AMISTADES QUE SALEN y AMISTADES QUE ENTRAN
A veces es inevitable, es el paso del tiempo, es el fluir de la vida.
Hay amistades que duran toda una vida, otras permanecen un tiempo y otras, se van desvaneciendo sin darse cuenta. Hay quienes te decepcionan, quienes te sorprenden y quienes se convierten en algo más que amistad.
No siempre es posible tener los mismos amigos y mantenerlos durante todo nuestro camino, pues este se compone de etapas, fases vitales, donde las amistades también evolucionan por su propia naturaleza.
Hay amistades que pueden quedar en suspenso, por circunstancias de la vida, porque evolucionamos de distinta manera, o porque con el tiempo los valores que vamos adquiriendo son diferentes. Y no pasa nada. Incluso algunas necesitan distanciamiento y, el tiempo o las experiencias, las vuelve a unir. Otras permanecen desde la infancia o desde la adultez.
Hay amistades que aparecen en una determina época en la que son necesarias para nosotros/as y surgieron porque así debía suceder. Pero cuando esa etapa termina, es posible que ese lazo que creamos se debilite al comenzar otra etapa diferente, donde nuestras inquietudes, nuestra manera de ser y nuestras prioridades cambian, y puede conllevar que esa unión, inevitablemente, se transforme de manera natural.
Hay amistades que aparecen en una determina época en la que son necesarias para nosotros/as y surgieron porque así debía suceder. Pero cuando esa etapa termina, es posible que ese lazo que creamos se debilite al comenzar otra etapa diferente, donde nuestras inquietudes, nuestra manera de ser y nuestras prioridades cambian, y puede conllevar que esa unión, inevitablemente, se transforme de manera natural.
La vida fluye y hace su trabajo.
La amistad surge, resurge y se transforma.
Aunque estos cambios a veces puedan parecer tristes, nos quedaremos con los buenos recuerdos, aceptaremos que las circunstancias van cambiando y que el pasado sólo se entiende en un tiempo y contexto determinado. No podemos exigir que los demás sean como nosotros/as queramos, ni que nos exijan ser alguien que no somos.
No tiene por qué ser algo malo, sino que es parte de nuestro desarrollo personal individual. No todas las personas se quedarán en nuestro destino ni podrán acompañarnos, pero tampoco nosotros/as podremos acompañar a todas ellas. Es beneficioso ir adquiriendo nuevas amistades en diferentes momentos vitales. Y aquellas que se vuelven dañinas o que ya no nos aportan nada, lo mejor es dejarlas marchar.
Hay que aceptar que cada persona recorre su propio destino, tiene su propia forma de ver las cosas y se puede desarrollar por caminos diferentes a los nuestros, ni mejores ni peores. No se puede forzar una amistad, ni mantenerla por compromiso, ni tolerarla cuando te perjudica. A veces las relaciones tienen su principio y su fin, algunas terminan, otras quedan latentes hasta un nuevo reencuentro, y algunas son inmutables al paso del tiempo o evolucionan a la vez en la misma dirección.
La amistad tiene luces y sombras, encuentros y desencuentros. Puede que finalice su función y misión, e incluso aparecer una nueva para aportarnos lo que necesitamos vivir o aprender en ese momento. Habrá que conservar las amistades que realmente queramos tener en nuestra vida y dar la bienvenida a las nuevas que nos enriquezcan, nos sumen y no nos resten. Pero aprendamos también nosotros/as a dar para recibir. La amistad debe forjarse en la confianza y no en el falso interés.
Toda relación que empieza o termina, nos enseña algo valioso.