HUELLAS: Metáfora de nuestro paso por la vida

"Cuando paseamos por la orilla del mar, resulta curioso observar cómo se van marcando nuestras pisadas en la arena, a nuestro paso. Muchas veces las observo, en mis veraneos de la Barrosa. Primero se marca nuestro talón y, casi al momento, la planta y nuestros dedos; es el último, bien hundido, el pulgar, que sirve para darnos impulso. No hay nunca dos huellas iguales, ni por la distancia entre ambos pies ni por el peso, que se adivina, del caminante, ni tan siquiera por el mínimo espacio entre los dedos.

Alguna vez, cuando observo un pie grande, grandísimo -que los hay- trato de imaginarme a su dueño y juego a superponer el mío sobre él, desde el talón...¡Mi pie es mínimo! Parece el de un niño, si no fuera porque se marca el juanete ligeramente y porque la distancia de “mi compás” delata a una ancianita de 72 primaveras… Dado mi peso, la huella no es verdaderamente profunda; no se parece a la de un hombretón, a la de un corredor ni a la del que va haciendo marcha nórdica por la playa, pero tampoco a la de una niña.

Como al caminar suelen bullir los pensamientos, alguna vez he caído en la cuenta de que son las huellas una metáfora de nuestro paso por la vida; aprendemos a andar, con pasos inseguros y vacilantes, que son, sin embargo, el gozo de nuestros padres: "la niña ha dado sus primeros pasitos”, le decimos a sus abuelos, como un triunfo jubiloso.

El tiempo va pasando y nuestra vida deja de ser proyecto para irse concretando en realidades: nuestros estudios, nuestros triunfos o fracasos deportivos, con nuestros primeros y entrañables amigos, nuestras vivas aficiones, nos van socializando y, a la vez, van dejando huella, grande o pequeña, de nuestro transcurso vital; podríamos decir que nos vamos cincelando y al mismo tiempo modelando a los de nuestro entorno y quizás más allá, con nuestras acciones. ¿Quién sabe? Puede que una sonrisa, un consejo, una simple frase que decimos a un vecino, una prueba de amistad generosa, pueda dejar también una “pequeña huella” en el corazón, menos efímera que la de la arena…

Ahora que ya estamos en la edad provecta, y nos afanamos en ir eliminando los rastros que no queremos dejar de nuestro paso, (cartas, fotos, objetos innecesarios y a veces imposibles que trajimos de nuestros viajes) van desapareciendo en la basura o en el centro Reto próximo. Eso sí, ponemos más atención en los libros, que vamos regalando “a quien corresponde”, a aquellos amigos a quienes sabemos que les gustarán. Pero todos estos rastros son materiales y fáciles de eliminar. Ahora es cuando recordamos, pesarosos, las acciones que no hicimos, las palabras debidas y no dichas. Espero que, al menos, las huellas de los afectos no desaparezcan con nosotros, y queden en el corazón de aquellos a quienes quisimos y nos quisieron."
Una reflexión y fotografía de T.P.M de Zamora.

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Compagino mi trabajo como funcionaria A1 con mi pasión por la escritura | Jurista del Cuerpo Superior de Técnicos de Instituciones Penitenciarias | Licenciada en Derecho | Titulada en Criminología y Dirección y Gestión de Seguridad | Formación en igualdad y prevención de la violencia hacia la mujer | Cinturón Negro Taekwondo | Expresidenta de la Asociación de Técnicos de IIPP | Amante de la lectura | Me gusta ayudar con las palabras

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