PORNOGRAFÍA EN EXCESO Y VIOLENCIA
Durante la pandemia el consumo de pornografía se disparó, algo preocupante en el caso de jóvenes, y más aún cuando lo que se consume es de tipo violento.
Los estudios médicos sobre los efectos del consumo de pornografía concluyen que consumirla en exceso puede modificar la estructura y el funcionamiento del cerebro, con la consecuencia de generar adicción.
Como explica la psiquiatra Rojas Estapé, una persona adicta a algo consume tras sentir vacío, tristeza, soledad o aburrimiento, que busca llenar con algo que le produzca una gratificación inmediata, como lo hace el porno.
Se segrega dopamina a niveles altos de forma antinatural alterando el sistema de recompensa y dificultando sentir placer en la vida real. Así se expone en un estudio publicado por la revista Archives of General Psychiatry: el exceso de pornografía daña los centros de recompensa del cerebro; cuanta más dopamina, más necesidad de consumir. Al producirse tolerancia, para generar una recompensa similar el contenido tendrá que ser cada vez más violento, agresivo o explícito para el adicto.
Como señalan las investigaciones, la adicción a la pornografía y al alcohol activan la misma zona del cerebro (núcleo estriado) y, si ese consumo se mantiene en el tiempo, disminuye el tamaño de este núcleo y el de los ganglios basales. El porno bloquea la corteza prefrontal, provocando que con el tiempo pueda disminuir de tamaño. Esto influye en la capacidad de aprender, memorizar y prestar atención, produciendo depresión y problemas de disfunción eréctil a largo plazo.
El problema se agrava cuando el contenido pornográfico implica violencia y denigración hacia la mujer. Los jóvenes que han abusado o agredido a otras chicas suelen reconocer consumir pornografía con frecuencia. Investigadores y estudiosos de la materia consideran que la pornografía está en la base de muchos comportamientos agresivos que vemos hoy en día sobre todo en los jóvenes, ya que en el consumidor se activan las neuronas espejo y tiende a repetir lo presenciado.
Para evitar este tipo de conductas es esencial una educación afectivo-sexual sana. El porno distorsiona la realidad de las relaciones sexuales, con las consecuencias que ello conlleva en el desarrollo de la personalidad de los jóvenes y en la manera de relacionarse afectivamente. Si aprenden a través de dicho contenido sin ningún tipo de control o limitación, las consecuencias pueden ser nefastas para sus relaciones interpersonales. Y es más peligroso aún cuando su contenido muestra violencia hacia la mujer y los y las jóvenes aprenden creyendo que esas conductas son normales.