SOMOS LO QUE PENSAMOS
Nuestra mente muchas veces es nuestro peor enemigo a la hora de lograr nuestros objetivos y tener una tranquilidad y paz interior.
En el mundo actual, nuestro cerebro está expuesto a muchos estímulos y a veces puede llevarnos a experimentar estrés y ansiedad ante los hechos y experiencias que nos van sucediendo, como así ha expuesto el Plan de actividades preventivas de la Seguridad Social.
Nuestro cerebro para ahorrar energía, utiliza inconscientemente algunos patrones automáticos que nos pueden llevar a cometer errores en la interpretación de los hechos, dando lugar a pensamientos distorsionados y, por tanto, generándonos malestar.
Esta distorsión cognitiva puede manifestarse como los siguientes pensamientos:
- Catastrofismo: Anticipar o interpretar situaciones muy negativas sin basarse en pruebas sólidas, exagerando la posibilidad de que ocurra algo a lo que tenemos miedo.
- Efecto blanco/negro: Interpretar la realidad en términos absolutos (todo o nada) sin valorar las posibilidades o valores intermedios.
- Los “debería”: Autoexigencias que se basan en creencias y valores que mantenemos de forma rígida sobre cómo deberían ser las cosas, cómo deberían ser los demás y nosotros.
- Visión de túnel: Resaltar una característica de la situación, sin tener en cuenta el resto, magnificando los aspectos negativos.
- "Culpabilitis": Responsabilizar a los demás o a nosotros mismos de lo que ocurre, sin contemplar otras causas.
- Generalización: Atribuir la misma cualidad a algo o alguien, o interpretar algo siempre con el mismo sentido, generalizando, sin valorar otras posibilidades o excepciones.
Según la Psicología cognitivo-conductual, para evitar estos pensamientos distorsionados hay que identificar las situaciones que nos generen malestar, para poder analizar los pensamientos que has tenido en ese momento, o previamente, y buscar un pensamiento alternativo que te puede evitar cometer errores en la forma de actuar como consecuencia.
Cuando seas consciente de ese pensamiento, puedes realizarte preguntas como:
¿Qué ocurriría en el peor de los casos? ¿Qué probabilidad existe de que realmente suceda eso?
¿Qué soluciones tendría? ¿Cómo será la situación dentro de un año y qué importancia tendrá?
¿Cuáles son las evidencias que hay para pensar eso? ¿Y para pensar lo contrario?
En función de las experiencias y creencias, cada persona vive las emociones de determinada manera, reaccionando a veces de forma innata, y otras, como consecuencia de lo que ha aprendido o experimentado previamente. Las emociones son adaptativas (ira, tristeza, miedo, alegría, asco, envidia, frustración, etc.), lo importante es aprender a comprenderlas y expresarlas de la forma más apropiada según el contexto concreto.
Regular las emociones supone poder modificar nuestra experiencia emocional en cuanto a su intensidad, forma y duración. Por ejemplo:
Cambiando de actividad en ese momento; descargando la tensión mediante la escritura, ejercicio u otras actividades sanas; visualizando situaciones agradables; valorando las cosas positivas de la situación; parando los pensamientos negativos y dejándolos fluir como observador; centrarse en lo que depende de nosotros para resolver un problema; hablando con los demás de forma asertiva; estableciendo nuevas metas; relativizando o minimizando la importancia de algo; practicando la aceptación, la relajación; tomando espacio antes de reaccionar a una situación para calmarse primero, etc.
Hay numerosos estudios científicos que han evidenciado que los pensamientos negativos (y por tanto emociones negativas) generan efectos dañinos no solo en nuestro estado de ánimo, sino en nuestro cuerpo físico. Las emociones que no se canalizan de forma adecuada pueden llegar a causar problemas de salud o enfermedades psicosomáticas. Los órganos de nuestro cuerpo acaban resintiéndose; los pensamientos y emociones generan cambios en nuestra bioquímica y se pueden manifestar incluso en la piel, alergias o debilitamiento del sistema inmunológico (más propensión a infecciones). Según estudios en inmunología tumoral, en algunos casos, el estrés emocional crónico puede iniciar el proceso de un cáncer.
Cuando el sistema nervioso está equilibrado, las defensas están óptimas. De lo contario, se generan toxinas en nuestro cuerpo y se transmite una energía negativa que puede influir en el estado de ánimo de las personas de nuestro alrededor incluso atraer circunstancias negativas a nuestra vida.
Por ello es tan importante evitar en la medida de lo posible los pensamientos negativos y distorsionados, eliminar o reducir el estrés y cultivar el positivismo, el optimismo y saber manejar nuestras emociones. Mejoraremos en salud (nuestra actitud puede curarnos o enfermarnos) y generaremos relaciones sociales más sanas. Además, con la actitud adecuada podrás dirigir mejor tu energía hacia tus objetivos y metas.
Somos lo que pensamos.